Pensar en el suceso histórico conocido como Conquista no solo es evocar la resistencia que los mexicas emprendieron ante el ataque de los hispanos y sus aliados indígenas, sino también la de otros pueblos como los otomíes, en particular de aquellos que habitaban en el señorío prehispánico ubicado en el actual Jilotepec, en Estado de México.
Las estrategias de resistencia ante los europeos de esta población será el eje de la conferencia que se transmitirá el 14 de junio, a las 17:00 horas, por el canal de INAH TV en YouTube, como parte de los conversatorios previos al III Coloquio “La Visión Antropológica de la Conquista del Cemanáhuac”, a realizarse en agosto próximo, en el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
Para el etnohistoriador de la Dirección de Lingüística del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alonso Guerrero Galván, quien dictará la conferencia La resistencia otomí a la Conquista, un primer hecho a tomar en cuenta cuando se recuerda lo ocurrido en 1521, es entender el carácter multilingüe y pluriétnico del México prehispánico, así como del actual.
Al igual que hoy, en las sociedades de ese tiempo existían relaciones de poder entre grupos culturales, y para el caso de las sostenidas entre mexicas y otomíes, estas se asociaban a conflictos pretéritos.
“Por las fuentes históricas, sabemos que los tepanecas, el grupo que dominaba la Cuenca de México antes de la Tripe Alianza, tenían muchos poblados que hablaban lenguas otomianas como la mazahua, matlatzinca y la propia otomí, por lo cual se consideraban a sí mismos como parte de este grupo”.
Así, la victoria de Izcóatl sobre los tepanecas de Azcapotzalco en 1428, implicó, por un lado, una reescritura de la historia por parte de los mexicas, quienes quemaron los archivos de sus rivales a fin de escribir una narrativa en la cual ellos eran los protagonistas, descendientes de Teotihuacan, Tula y otros pueblos que se asumieron nahuas, como ellos.
Por otro lado, explica el investigador, los tenochcas también crearon un prejuicio cultural que pesó durante siglos sobre los otomíes: “Incluso, los informantes de Sahagún, ya en el siglo XVI, siguen hablando mal de ellos, diciendo que son flojos y no se dejan gobernar”.
Esa creencia mexica derivaba no solo de su historia con Azcapotzalco, ya que también sostuvieron conflictos con otros señoríos otomíes como el de Jilotepec, que si bien fue derrotado en tiempos de Motecuhzoma Ilhuicamina, se mantuvo combativo y requirió ser vuelto a conquistar bajo los gobiernos de Axayácatl y Ahuízotl.
El relato de estos antecedentes, detalla Alonso Guerrero, es necesario para explicar la propia resistencia de los otomíes de Jilotepec a la avanzada española, ya que estos, en un primer momento, decidieron que la mejor opción era huir de sus poblaciones y evitar a toda costa el contacto con los europeos.
Cuando Hernán Cortés llegó a Jilotepec, a inicios de 1521, encontró el poblado totalmente vacío, sin embargo, un par de meses más tarde, cuando entre mayo y agosto de ese año tuvo lugar el sitio de México-Tenochtitlan, la estrategia de los otomíes, quienes como muchos pueblos vasallos vieron la oportunidad de liberarse del yugo mexica, fue cambiar sus planes y decidieron encontrarse con el conquistador.
“Sin importar que Cortés, quizá por consejo de sus traductores nahuas, ordenó el asesinato de una primera comitiva de otomíes, el grupo refrendó su alianza con los españoles y participó activamente en el asedio de Tenochtitlan. El propio Hernán Cortés menciona que fueron colocados en las orillas de la laguna para interceptar a las canoas mexicas que intentaban huir del sitio”.
De este modo, concluye el investigador, la finalidad de la conferencia no solo será mostrar las fases de resistencia otomí, sino también enfatizar el carácter multicultural que desde aquella época perdura en nuestro país, ya que en muchas comunidades todavía es posible encontrar grupos o familias en las que conviven hablantes de náhuatl, otomí, español y otras lenguas.
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